miércoles, 16 de noviembre de 2011

PENÉLOPE Y SU VANA ESPERA




PENÉLOPE  Y  SU VANA  ESPERA

Dedicado a todas esas modernas Penélope que esperan y esperan, sin
casar ni amar jamás, a aquel amor que un buen día se fue a aventurar.

Penélope, la fiel y bella Penélope, esperó
y esperó vanamente, en tanto que, el astuto
rey Odiseo, su tan esperado amor, gozaba,
aventuraba, se divertía y reía sin parar.

Penélope, se negó aun a disfrutar de la vida,
pues se dedicó tan sólo a tejer y a esperar
y a esperar a que su Odiseo resurgiera nueva vez
de entre las siempre oscilantes espumas del mar
y, mientras que ella tejía y esperaba y esperaba,
no tenía un amor con quien poder disfrutar.

Penélope, esperando fielmente a su Odiseo,
vio los mejores años de su vida pasar,
así como también, vio languidecer la plenitud
de su belleza, de aquella hermosura tan sin par.

Penélope, extravió así su lucidez espiritual
y dejó resecar, sin obvia posibilidad de retorno,
la sacra divinidad de su savia maternal.
Entonces, sí que comprendió que, de ninguna
manera, había valido la pena esperar…

Autor: Rodolfo Cuevas©: 16/11/2011;

todos los derechos reservados, ley 65-00.

sábado, 5 de noviembre de 2011

EL SINDROME DE PENÉLOPE (En sólo cuatro actos)


EL SÍNDROME DE PENÉLOPE (En sólo cuatro actos)
I
Él,  joven, vigoroso y muy frescamente acariciado por la brisa marina, la abrazó y besó con inmenso cariño, luego subió al buque de guerra que ya se disponía a partir hacia mar adentro y desde allá le dijo adiós, haciendo amorosos gestos con sus manos.
II
Ella, bella, joven y pretendida, también, y a modo de despedida, le besó y abrazó con sin igual ternura, luego aguardó verle subir al buque, y allí se quedó hasta ver la nave partir y perderse poco a poco en la lejana vastedad del marino horizonte.
III
Él, al cabo de los años, regresó, ya mustio, encanecido y un tanto desgarbado, pero cargado de heroicas y victoriosas insignias. Oteó e inmediatamente la vio, coligió que le esperaba y hacia ella se dirigió muy alegremente.
IV
Ella, ya cansada, marchita y muy deslucida, debido a lo largo de la espera, sí lo vio llegar; mas, como aún esperaba a un mozuelo, jamás le reconoció. De plano, le rechazó su cariñoso saludo y le dijo, parangonando al cantor aquél: «No eres a quien yo espero».

Autor: Rodolfo Cuevas B.©:30/05/11;
todos los derechos reservados, Ley 65-00.